Que distinto es desde Buenos Aires

Hace un tiempo me toco realizar una encuesta en la provincia de Misiones donde una de la pregunta que se hacia era: “si las elecciones fueran hoy ¿a quien votaría como presidente? Y la sorpresa no venia por el lado de los candidatos que nombraban sino por la repregunta que solía repetirse ¿ahhhh eso que se elige allá en Buenos Aires?
Otra pregunta hacia referencia a que le hacia falta a cada barrio, esta pregunta realizada en los lugares más humildes y carentes de todo lo que para un habitante de la ciudad es lo cotidiano nos permitía imaginar mil respuestas posible: agua potable (la más cercana estaba en una canilla a 200 metros) cloacas, veredas, sala de primeros auxilios, jardines maternales, medios de transporte y así la lista podría seguir. Pero la respuesta ahí en medio del campo, rodeado de árboles y espacio verde la respuesta más frecuente fue “un lugar para que los chicos jueguen”
Es difícil conocer todo el país, pero que fácil es hablar de él desde Buenos Aires. No lo conocemos ni siquiera por fotos, recorrerlo en auto nos llevaría varias vacaciones y siempre nos quedaría un pueblito sin visitar, un paraje sin conocer, algún lugar donde querer volver.
Pero que fácil les resulta a los periodistas, y a los que no lo son, hablar de lo que pasa en Chaco, Formosa o Misiones; Santa Cruz, Tierra del Fuego o Neuquén, sólo por lo que ven en una televisión manejada desde Buenos Aires y sin sentir lo que le pasa a cada uno de los que están todos los días en esos lugares.
El ver una realidad con los ojos desde donde uno esta sin conocer lo que realmente pasa tan lejos nos lleva a cometer errores de apreciación y buscar explicaciones que difícilmente tengan algo que ver con lo que paso.
El mismo error suele cometerse cuando se analiza un hecho histórico, la tentación de analizarlo con los ojos de hoy, con nuestros valores, sin tener en cuenta los que regulaban la vida en el momento que pasaron nos llevan a juzgar a los personajes y los hechos cometiendo errores de interpretación.
Es muy peliagudo ponerse los zapatos del otro, e intentar ver lo que el otro ve. Pero este es el desafío que hay que afrontar; el poder hacerlo nos permitirá interpretar con objetividad lo que realmente pasa.